¿Hasta qué punto estamos cada día presentes en una actuación? ¿En qué medida somos los protagonistas de las historias que vivimos? ¿Y de las historias de los otros? ¿Debemos ser esos actores principales o aspirar, como mucho, a un papel de reparto, sobre todo cuando estamos en nuestros puestos de trabajo, siendo enfermeras y (en teoría) dedicando el cuidado a los otros?
En mi opinión, que es discutible, las enfermeras, al igual que otros profesionales de la salud, pecamos de ser y/o querer ser protagonistas en el escenario del cuidado. ¿No decimos que son las personas el centro de nuestra atención? Entonces ¿por qué salimos nosotros todo el tiempo en los fotogramas? ¿Está nuestro sistema sanitario centrado realmente en las personas o más bien en los profesionales que dentro de él (del propio sistema) laboran? Yo apostaría por lo segundo... pero es solo mi parecer...
Un buen decorado del cuidado debería tener enfermeras, sí. Y otros profesionales de la salud. Pero no en el centro de la escena sino como ayudantes para que el escenario se mantenga en pie. Para que la obra continúe y se enciendan las luces cuando sea necesario, o para que se apaguen. Para que los protagonistas, las personas que se cuidan, lo hagan solas o con ayuda (la nuestra o la de otros) y se sientan capaces de desempeñar su rol, de dar sentido a su vida y significado. Como actores principales de sus propias historias y no como marionetas. Que se sientan capaces para llegar a tener la mejor salud posible o, cuando no se pueda, la mejor calidad de vida. En compañía de los suyos, de quienes ellos mismos elijan para la obra. Y no de nosotros, que no somos nadie ni representamos nada importante realmente junto a ellos. Debemos ser, por tanto, invisibles en la escena, sutiles en el cuidado que venga de nuestra parte. Ofrecerlo y prestarlo, por supuesto, pero sin que se note. Que perciban las personas de nuestra ayuda que los progresos son logros propios. Y que no venga yo vociferando que lo ha conseguido gracias a mí que soy una enfermera maravillosa, o gracias al doctor mengano que realmente es casi un dios... Porque, si hacemos esto, ¿qué harán las personas cuando no estamos nosotros? Pues puede que buscar a héroes que no existen... Y perder la fe o la esperanza si no encuentran respuesta. Respuesta que muchas veces llevan dentro ellos mismos y sus familiares, en la toma de decisiones propias.
Por tanto, no hagamos uso abusivo de un escenario que pertenece a cada cual en su propia vida, que corresponde a las personas y que debe experimentar cada día miles de actuaciones, millones. No queramos estar los sanitarios en todas las obras porque es como cuando nos encontramos en cualquier peli a Morgan Freeman, que nos cae muy bien a todos pero que ya cansa un poco. Esto no es una película, es real. Las personas tienen problemas de salud, necesidades y precisan cuidados. Prestémoslos pero de forma sutil porque solo son momentáneos. En un instante de fragilidad, necesidad o debilidad. Nuestro propósito es que la persona recupere su propia gestión de la salud, que se autocuide. Y quizás entonces sentarnos enfrente a disfrutar lo maravilloso de la vida de los otros. Del mundo que nos rodea. Como observadores participantes, pero solo cuando sea preciso. Al otro lado de la barrera o de la propia escena.