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El diagnóstico, nuestro talón de Aquiles

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Para escribir esta entrada nos hemos inspirado en una publicación médica de hace 45 años, cuyo autor es J.G. Howie, que lleva por título Diagnosis - The Achilles heel? El texto completo está disponible a través del enlace.  

El contenido de este artículo es interesante por las semejanzas que presenta respecto al juicio diagnóstico y al juicio terapéutico dentro del proceso enfermero. Nada más comenzar, el autor utiliza una definición (de 1943) del concepto diagnóstico bastante operativa: "fórmula provisional proyectada para la acción".

El planteamiento del manuscrito es más que conveniente también para nuestra disciplina. Expone las dificultades para obtener certeza diagnóstica, e incluso, los handicaps que en el ejercicio clínico ello supone para obtener mejores resultados en salud, presentando las distintas vías de resolución de procesos clínicos con ejemplos concretos.

Bajo una perspectiva bio-psico-social clásica de atención a las personas, se enuncia el diagnóstico para luego proceder con el tratamiento.


No obstante, la experiencia indica que existen varias "rutas" de resolución que, además, coinciden con nuestras propuestas publicadas en el contexto del proceso clínico de atención en Enfermería (Brito y Aguirre. 2014. El diagnóstico enfermero. Concepto, definiciones y clasificaciones. En: El diagnóstico psicosocial desde una perspectiva enfermera. Barcelona: Elsevier). Las fases del proceso no son unidireccionales sino que se participa en ellas de forma casi indistinta en función de la demanda, el momento clínico y las necesidades del contexto de asistencia. Además, el tratamiento (como expone Howie) es muchas veces más eficaz cuando se realiza a partir de los signos y síntomas, incluso antes de llegar a un diagnóstico "definitivo". 


Esto concuerda igualmente con nuestras propuestas sobre la utilidad de los diagnósticos enfermeros "sintomáticos" para un plan de cuidados que persigue el bienestar del paciente y su familia. Más aún cuando no existen en la clasificación de NANDA-I suficientes entidades diagnósticas de tipo síndrome, cuyo desarrollo sugiere la propia organización. 

Lógicamente el nivel de expertez requerido para el trabajo clínico desde estos planteamientos, debe ser medio-alto. Pero no por ello vamos a renunciar a un enfoque que parece totalmente plausible, lógico y coherente. Operativo para la práctica diaria. 

Por ello, desde la función docente, consideramos que las enfermeras (o cuidadólogas) debemos incorporar en la enseñanza del proceso un amplio abanico de posibilidades en su aplicación real. No un sistema unidireccional anclado en estrategias pasadas de enseñanza con una estructura rígida de valoración-diagnóstico-planificación-implementación-evaluación. El futuro de su aplicación depende de cómo se muestre y se demuestre la utilidad del proceso. Y, en consecuencia, la mejor descripción de necesidades de nuestros usuarios y de los cuidados prestados.
     

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