Hace tiempo que no hablamos de este tema que resulta tan importante y trascendental al fin y al cabo. Es una cuestión clave para que las enfermeras "de a pie" utilicen la herramienta con percepción de satisfacción. ¿Cómo es posible que distintas enfermeras ante un mismo paciente enuncien diagnósticos diferentes con tanta variabilidad, es decir poca concordancia? Pues, como hemos comentado siempre, la cuestión es "relativamente" sencilla y no se trata de un problema de las enfermeras sino del propio instrumento diagnóstico. Que, como tal, es insuficiente. La clasificación de NANDA-I no es en sí misma una herramienta diagnóstica, al menos una herramienta válida y fiable. Es un instrumento de ayuda. Pero la ayuda, hoy por hoy, es ya poca, más bien justita. Las enfermeras asistenciales necesitan -con urgencia- mejorar la validez y fiabilidad en el diagnóstico de necesidades de cuidado.
Y para eso, está claro, se precisa de criterios diagnósticos. No es suficiente con disponer de un conjunto de características definitorias (CD) (para el diagnóstico focalizado en problema) o de factores de riesgo (FR) (para el diagnóstico de problemas potenciales) y, como proponían Herdman y Kamitsuru, utilizar al menos dos de estas CD o FR para asignar el enunciado.
Necesitamos saber cuáles son las CD o FR clave e imprescindibles para enunciar cada diagnóstico. Y estas "reglas" o criterios deben existir, propuestas por el propio Comité para el Desarrollo Diagnóstico (CDD) de NANDA-I. En nuestra opinión, vaya por delante. Propuestas de antemano. Como aquella idea, de las primeras clasificaciones diagnósticas de la propia NANDA-I, de características definitorias mayores y menores, en función de su frecuencia esperada. Debemos saber, como decimos, cuáles son CD o FR "mayores", y cuántas/os necesitaría encontrar en la valoración clínica, y cuáles son CD o FR "menores", y cuántas/os (combinados con los criterios mayores) debo identificar en el paciente susceptible de ser diagnosticado. Y así con todos los diagnósticos enfermeros de la clasificación. Del primero al doscientos cuarenta y cuatro. Luego otra cosa es que estas propuestas, realizadas por grupos de expertos, deban ser validadas en la práctica, como todo, fruto de investigaciones y puesta a prueba en diferentes muestras de pacientes, poblaciones y perfiles.
Pero, de antemano, disponer de este elemento (criterios diagnósticos) mejoraría muchísimo la concordancia entre enfermeras a la hora de diagnosticar, así como su seguridad con el uso de la herramienta y, probablemente en consecuencia, su satisfacción dado que estaríamos restando bastante nivel de ambigüedad o subjetividad, como aluden (con razón) la mayoría de enfermeras de la práctica.
Ojalá NANDA-I tome este rumbo a continuación, en los años venideros y mejor más pronto que tarde, después de haber mejorado bastante el contenido y la lógica de la taxonomía, añadiendo en la clasificación 2018-2020, como ya sabemos, los componentes llamados problemas asociados y poblaciones de riesgo.
Y para eso, está claro, se precisa de criterios diagnósticos. No es suficiente con disponer de un conjunto de características definitorias (CD) (para el diagnóstico focalizado en problema) o de factores de riesgo (FR) (para el diagnóstico de problemas potenciales) y, como proponían Herdman y Kamitsuru, utilizar al menos dos de estas CD o FR para asignar el enunciado.
Necesitamos saber cuáles son las CD o FR clave e imprescindibles para enunciar cada diagnóstico. Y estas "reglas" o criterios deben existir, propuestas por el propio Comité para el Desarrollo Diagnóstico (CDD) de NANDA-I. En nuestra opinión, vaya por delante. Propuestas de antemano. Como aquella idea, de las primeras clasificaciones diagnósticas de la propia NANDA-I, de características definitorias mayores y menores, en función de su frecuencia esperada. Debemos saber, como decimos, cuáles son CD o FR "mayores", y cuántas/os necesitaría encontrar en la valoración clínica, y cuáles son CD o FR "menores", y cuántas/os (combinados con los criterios mayores) debo identificar en el paciente susceptible de ser diagnosticado. Y así con todos los diagnósticos enfermeros de la clasificación. Del primero al doscientos cuarenta y cuatro. Luego otra cosa es que estas propuestas, realizadas por grupos de expertos, deban ser validadas en la práctica, como todo, fruto de investigaciones y puesta a prueba en diferentes muestras de pacientes, poblaciones y perfiles.
Pero, de antemano, disponer de este elemento (criterios diagnósticos) mejoraría muchísimo la concordancia entre enfermeras a la hora de diagnosticar, así como su seguridad con el uso de la herramienta y, probablemente en consecuencia, su satisfacción dado que estaríamos restando bastante nivel de ambigüedad o subjetividad, como aluden (con razón) la mayoría de enfermeras de la práctica.
Ojalá NANDA-I tome este rumbo a continuación, en los años venideros y mejor más pronto que tarde, después de haber mejorado bastante el contenido y la lógica de la taxonomía, añadiendo en la clasificación 2018-2020, como ya sabemos, los componentes llamados problemas asociados y poblaciones de riesgo.