Este mensaje, sacado al azar de otro blog (La rata gris), bien podría ser para nosotr@s, enfermer@s, en el contexto de aprendizaje de nuestro propio lenguaje del cuidado. Supeditados al efecto taxonomicista nos hemos dejado embelesar hasta caer rendidos en los brazos de Morfeo, por no decir Caronte, para obviar comunicar lo esencial, el cuidado prestado y las necesidades humanas. Olvidando incluso decir cosas inteligentes... Desinformando en lugar de informando...
Cuando la intención primigenia de cualquier idioma es comunicar, nosotros hemos dejado de hacerlo dislocados por el afán de representar un fanatismo ultradefensivo de tres letras ene, a pesar de la lógica que pueda tener su sensata aplicación. Queríamos inventar de nuevo el esperanto y ahí está con una utilización dudosa... He dicho con una utilización dudosa, no de dudosa utilidad...
A lo mejor soy yo quien tiene demasiada prisa y quiere empezar a correr antes de ponerse en pie... puede que sea así pero vislumbro un poco más allá la posibilidad de un estilo literario mucho más valioso en nuestros contextos sociosanitarios que los hasta ahora conocidos. A lo mejor soy yo quien ante la pasividad, parsimonia y letargo se indigna intentando hacer ver algo invisible que, por contra, nos empeñamos en valorar al alza. Pero como el idioma se aprende por imitación, alguien tiene que ir emitiendo sonidos y articulando frases. ¿No es así? Seamos nosotros pues. ¿Por qué no? Vale la pena equivocarse tratando de buscar un lenguaje funcional para describir y ponderar las necesidades del otro y las acciones desempeñadas para su cuidado. El castellano precisamente es uno de los idiomas más ricos que existen. Permite expresiones no disponibles para otras lenguas y como esto va de letras, tenemos ventaja ¿cierto?
Debemos dejar de emitir ya sonidos guturales porque ¡no vamos a pasar de curso! Y volveremos a ser repetidores, una y otra vez. Metidos en un bucle en el que la ene es la primera y la última letra, y la del medio. ¿Es que no hay más? Las expresiones del cuidado son tan ricas y numerosas como permita nuestro lenguaje, no como se recoge en un grupo de mil y pico etiquetas, sin opción a cambio alguno. Flexibilizar el lenguaje no es romper las reglas de su gramática y sintaxis sino mejorarla, desarrollarlo para que sea verdaderamente operativo en un lugar y en otro. Probemos. Individualicemos los estándares para su ajuste clínico. Que no pasa nada. No se van a cerrar los cielos, ni se va a precipitar el fin del mundo.
Valorar a una persona, determinar conjuntamente sus necesidades y planificar unos cuidados son acciones enfermeras inteligentes obstruidas unívocamente (AEIOU) por la torpeza de quien pretende sacralizar algo no sacralizable. A quien podemos decir AEIOU, el burro sabe más que tú...
¿En qué situación crees que estamos con respecto al uso de nuestro propio lenguaje?:
Igual es que ni se nos ve, ni se nos oye, ni se nos entiende... y por eso no se nos espera.